domingo, 14 de noviembre de 2010

De vergüenza ajena

Después de presenciar el partido más nefasto que ha disputado el Almería desde que milita en primera, a la hora de redactar estas líneas, pasadas las once de la noche, sorprendentemente Lillo sigue siendo nuestro entrenador. Espero y deseo que el alumno rapsoda de Valdano no se siente más en el banquillo del Estadio Mediterráneo como técnico local, porque esto podría implicar que las miradas se dirigieran al palco, no para reprochar a nuestro buen presidente, sino para pedirle directamente el revulsivo que ya solicitan los últimos defensores del coleccionista de destituciones. Y es que sería la octava vez que el tolosarra es despedido como entrenador, un récord difícil de superar. Esperemos que no vuelvan a impedirlo los “asesores” del presidente. Lillo será un buen orador (a veces demasiado excéntrico), pero como técnico es un auténtico desastre. La sinfonía de errores de principiante que cometió ayer, bien valía una cesión fulminante, independientemente de su quehacer diario: alineó una defensa con cinco hombres y un centro del campo batallador con tres efectivos. Sin embargo, con ese sistema, los dos atacantes elegidos fueron jugadores de área más bien lentos. Mientras, Piatti calentaba el banquillo. Craso error. Después, con uno más, no introdujo a un jugador creativo para aprovechar la superioridad. Luego, le facilitó la labor a Caparrós retirando del área a Goitom, para posteriormente no contar con Uche. Como remate, confió en Crusat, cuando los espacios que este jugador necesita se achicaron por completo. Resultado final: ni un solo disparo a puerta contra nueve jugadores locales que aguantaron el supuesto chaparrón sin problemas. Inadmisible, increíble, intolerable.


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