domingo, 24 de mayo de 2015

Sobrevivir en Las Vegas sin dólares

Mi nueva acta, publicada en Diario de Almería
 
Jugadores como Wellington, Thievy o Thomas no pueden tirar del carro si los Casado, Dos Santos y Dubarbier, la pifian una vez sí y otra también. La UDA ha sido blanda en todas las líneas

Fue en el 2007 cuando la UD inauguró su particular teatro de los sueños en el Mediterráneo, con el Valencia de rival. Y fue ayer cuando la UD abandonó una vez más la función que compartía con las máximas estrellas, con el Valencia de nuevo de testigo presencial. Dejar la preparación para los últimos días suele traer nefastas consecuencias, máxime cuando no se dispone de una base sólida con la que afrontar unas pruebas tan exigentes. Traducido al román paladino, este equipo ha querido resolver su permanencia en los últimos choques, con el agravante de no contar con una defensa digna para competir en primera. No se puede acudir a un restaurante con la cartera vacía, por muy elegante que se vaya. Jugadores como Wellington, Thievy o Thomas, no pueden tirar del carro si los Casado, Dos Santos o Dubarbier la pifian una vez sí y otra también. En general, el nuestro fue un conjunto blando en todas sus líneas, pero hay demarcaciones como la defensa que deben llevar intrínseco un contundente marchamo. Milagros no se pueden concebir, si para más inri tenemos en cuenta los dos enfrentamientos frente al Valencia. Fuimos capaces de lograr dos tantos en cada partido, sin embargo la exigencia para vencer ha resultado ser de Champions mínimo, o sea, cuatro goles en cada choque. ¿Se puede soportar eso? ¿Hay algún equipo modesto de primera capacitado para tal hazaña? El partido de ayer nos retrató: un conjunto aseado en ataque, con una estrategia defensiva de Segunda B, por ser cortés. Además, ni con el plus de ir venciendo en dos ocasiones ante un rival que estaba más asustado que Rosa Díez en unas elecciones. Si con el juego exhibido el Valencia logró dos tantos antes del descanso, algún factor externo al equipo che tuvo que influir. Y vaya si influyó. Para rematar la faena, partieron de la suplencia dos jugadores que se presumen clave para un desenlace decisivo, Soriano y Wellington. ¿Cómo se puede prescindir del extremo brasileño en una final como la que se jugaba a un solo partido? Una expulsión, una falta al borde del área o un penalti provocado por el habilidoso delantero carioca, podrían haber tapado todos los males exhibidos en una aciaga temporada, que brindó la posibilidad de salvarse con apenas 35 puntos. Por cierto, no vendría mal que nos quitasen ahora los famosos puntos, si es que nos los tienen que restar; así hasta parecería que se cumple la ley. A partir de ahora no hay que desanimarse, tal y como sucedió la campaña del anterior descenso, porque este club tiene unas bases sólidas que le podrían permitir alcanzar un nuevo ascenso. Tan sólidas, que el Almería B va a disputar a partir de hoy una fase de ascenso a Segunda A tan histórica, como triste. El hecho de coincidir con este descenso, nos ha birlado el sueño de tener un día al filial en la LFP. Al menos los chavales querrán demostrar que sí que están capacitados para ser de plata. Desde ya, el presidente debe cambiar su idea de futbolista preciosista por una más aguerrida. En segunda, con buenos jugadores puede tener un pase, pero en la máxima categoría es como ir a Las Vegas sin blanca. 

lunes, 18 de mayo de 2015

Ni poniéndoselas como a Fernando VII

Mi nueva acta, publicada en Diario de Almería
 
Nuestra defensa de juguete fue un mero entretenimiento para un rival que tampoco puso demasiado empeño en llevarse la victoria. Solo queda esperar un milagro improbable y remoto

No puede ser tan cruel la realidad. Ayer finalizó la liga regular para el Almería B, que por méritos propios disputará las eliminatorias por el ascenso a Segunda A. Vamos, el sueño de esta ciudad de no hace tantas temporadas, pero protagonizado por su filial. Algo nada creíble hace una década si nos lo hubiesen dicho, aun en una noche festiva hartos de vinos. Pues ahora llega el primer equipo, en una campaña en la que el descenso se compra como si estuviéramos en unas terceras rebajas, y lo fastidia por todo lo alto. Ni en las peores pesadillas se puede frustrar un sueño tan hermoso. Todavía no se ha consumado la tragedia, pero pintan bastos. Me quedo con unas cuantas imágenes a falta de cinco minutos: un conjunto el nuestro tranquilo, esperando al Sevilla sin causarle agobio alguno, como si el tercer gol del contrario nos apeara de una supuesta competición de eliminatorias. A ver si Sergi tuvo toda la razón del mundo al manifestar su enfado tras el entrenamiento del sábado. Tan de elogiar fue la actitud al principio del choque, como reprobable la indignante postura mostrada al final, cuando además tus rivales por la permanencia estaban sacando una gran tajada de tan decisiva jornada. Al Sevilla solo le bastó apretar el acelerador, con los suplentes, durante diez minutos para fustigar a un adversario tan endeble en defensa, como carente de un mínimo orgullo para morir con dignidad. Los viejos males aparecieron en el momento de la verdad, mediada la segunda mitad, cuando la suerte suprema de los partidos corona al valiente y despluma al más gallina. Nuestra defensa de juguete fue un mero entretenimiento para un rival que tampoco puso demasiado empeño en llevarse la victoria. No hay nada más que observar la pasividad final de la zaga contraria, emulando a nuestra retaguardia, pero ni así fuimos capaces, no ya de lograr un tanto, sino de crear ni una sola ocasión de peligro. El coladero de Dubarbier, el enésimo regalo de turno, esta vez de Dos Santos, o la autoexpulsión de Trujillo (señalado por Sergi), cuando el central debería de haber esperado al desarrollo más avanzado de la jugada, confirman que este equipo es blandengue, tierno y fofo, desde la zaga al último delantero, pasando por el banquillo y por los diseñadores de una plantilla más pacifista que el bueno de Gandhi. Al final se me quedó una extraña sensación, como si a los locales no les hubiera importado conceder al Almería algún regalo, en compensación de aquella clasificación del Sevilla para la Champions, cuando Acasiete no quiso saber nada del goleador Rodri, mientras las directivas de ambas entidades se congratulaban entre sí en el palco del Mediterráneo. Quizá somos tan pésimos, que ni así. Ya solo queda esperar a un milagro, tan improbable como remoto, sobre todo porque nuestro equipo no está a día de hoy en condiciones de ganar a un rival como el Valencia, que se juega la Champions en el Mediterráneo, e incluso el importante tercer puesto, en caso de que el Atlético pierda ante un renacido Granada, por obra y arte del ínclito Pina.

lunes, 11 de mayo de 2015

El arte de sobrevivir en el alambre

El experimento de colocar a un lateral zurdo cubriendo el flanco derecho de la zaga, además de ser visualmente horrendo, tuvo un nefasto resultado práctico. Mala la campaña de Trujillo

Mi nueva acta, publicada en Diario de Almería

Para una gran mayoría de aficionados almerienses ya hemos descendido virtualmente. Si echamos un vistazo a nuestro futuro calendario, poco o nada hay que hacer. Eso sí, seguimos fuera del descenso con un punto más que nuestros adversarios. No voy a negar que la situación es complicada, pero los rivales tampoco lo tienen de color de rosa. Con lo que recientemente hemos padecido en Almería, no deberíamos convertir en drama lo que Valladolid, Deportivo, Osasuna y hasta Betis sobrellevan cada final de temporada en primera. Habría que desdramatizar la situación y centrarse en consolidar el club, para que con independencia de lo que ocurra en las dos últimas jornadas, mantengamos una base sólida. El encuentro de ayer fue un ejemplo más del paso por el alambre al que nos exponemos a finales de cada campaña. En el lateral derecho tuvimos un grave problema, el que toda plantilla modesta de primera, o mal planificada, suele sufrir. Debo admitir que, ante la ausencia de centrales y la incorporación de Ximo al corazón de la defensa, en pocas ocasiones vi a un lateral zurdo cubrir el flanco derecho de la zaga. El experimento, además de ser visualmente horrendo, tuvo un nefasto resultado práctico. Ya sé que las lesiones y las sanciones son numerosas, pero un conjunto humilde de primera siempre debe disponer de cuatro centrales en plantilla para destruir lo que los mejores, y hasta los medianos, construyen. Para eso contamos con un internacional como Marín, jugando cada semana en un histórico filial. Aun así, se optó por otra solución. No pintaba mal nuestro centro del campo, pero los problemas no solo llegaron en defensa (mala la campaña de Trujillo), sino que en ataque se marró lo que nunca se debe perdonar. Con todas estas premisas el Málaga logró la victoria casi sin pretenderla, sin hacer ruido. Al final, Jonathan no terminó de arreglar el desaguisado de sus compañeros, errando en cada uno de sus pases y fallando clamorosamente el empate con toda la portería para él. No se trata de cargar contra determinadas individualidades, pero pintan bastos. Habrá que aferrarse a varios aspectos externos, como el esperado fracaso del Granada en Anoeta, aunque uno de ellos es básico, la posible derrota del Barça en el Calderón, primordial por dos razones: permite que los azulgrana se jueguen la liga en la última jornada ante el Deportivo y que el Valencia, con su victoria en casa ante el Celta, nada se juegue en la dramática jornada final en el Mediterráneo al asegurar la cuarta plaza y no poder optar a la tercera. Además, no olvidemos un detalle, en el caso de que la victoria del Valencia sea rotunda ante el Celta, los sevillistas sabrán al unísono en el partido ante la UD, que ya nada se juegan. No quisiera por último obviar lo que nuestro filial ha logrado: ni más ni menos lo que tan solo hace una década anhelábamos por parte del primer equipo, el ascenso a Segunda A. Enhorabuena a los chavales por optar a semejante proeza. Si nos lo cuentan hace pocos años, los de plomo del fútbol almeriense, nos habrían tomado por auténticos majaras. 

martes, 5 de mayo de 2015

La fuerza mental

Mi nuevo artículo, publicado en Diario de Almería

No hay duda, en el deporte o en cualquier actividad la mente es el motor que todo lo dirige. Si no fuera así, sería difícil de explicar el cortacircuito que sufrieron los nuestros una vez que un bulto sospechoso sobre el campo, que seguro que ni siquiera ha jugado al futbolín, convirtió en amarilla una sana disputa del esférico. Creo que también la mente retorcida del trencilla quiso equilibrar el choque con esa ley no escrita de la compensación (doble error), aunque en este caso no existía contrapartida alguna al ser clara la anterior expulsión visitante. Por fin jugó Dubarbier de interior, fue la sorpresiva decisión de Sergi, la que en tantas tertulias futbolísticas salió a colación. No fue un mal invento, ya que el argentino dio una estupenda asistencia en el tanto final de Jonathan, pero quizá se podría haber optado por otro centrocampista recuperador. Y es que el Celta manejó a su antojo el balón durante los primeros minutos ante un equipo que flotaba, como si solo le valiera un punto. De hecho, el tanto de Nolito (jugó porque este país se llama España) llegó tras demasiados toques de los vigueses sin apenas oposición. Eso no se debe permitir en un conjunto modesto. Luego sí que se presionó con más vigor e intención. La pena fue la escasa presencia de Wellington. La ausencia inicial del brasileño es lo más parecido a un pecado futbolístico de tomo y lomo. El Almería actual, y más en casa, no se puede privar ni un solo minuto de un jugador tan desequilibrante. Dicho esto, hay que valorar el punto en su justa medida ante un equipo tan dinámico y preciso como el Celta. Sergi ha colocado en competición a una plantilla moribunda; esperemos que no sea tarde, si bien la puntuación a obtener de cara a lograr la permanencia puede batir el récord a la baja (menos de 35 puntos). La clave puede estar en el choque del Granada en San Sebastián, amén de la espiral negativa del Eibar. Si nuestros vecinos no vencen en Anoeta, el triunfo ante el Málaga nos podría asegurar, con los puntos deportivos, la salvación.