No hay duda, en el deporte o en cualquier actividad la mente es el motor
que todo lo dirige. Si no fuera así, sería difícil de explicar el
cortacircuito que sufrieron los nuestros una vez que un bulto sospechoso
sobre el campo, que seguro que ni siquiera ha jugado al futbolín,
convirtió en amarilla una sana disputa del esférico. Creo que también la
mente retorcida del trencilla quiso equilibrar el choque con esa ley no
escrita de la compensación (doble error), aunque en este caso no
existía contrapartida alguna al ser clara la anterior expulsión
visitante. Por fin jugó Dubarbier de interior, fue la sorpresiva
decisión de Sergi, la que en tantas tertulias futbolísticas salió a
colación. No fue un mal invento, ya que el argentino dio una estupenda
asistencia en el tanto final de Jonathan, pero quizá se podría haber
optado por otro centrocampista recuperador. Y es que el Celta manejó a
su antojo el balón durante los primeros minutos ante un equipo que
flotaba, como si solo le valiera un punto. De hecho, el tanto de Nolito
(jugó porque este país se llama España) llegó tras demasiados toques de
los vigueses sin apenas oposición. Eso no se debe permitir en un
conjunto modesto. Luego sí que se presionó con más vigor e intención. La
pena fue la escasa presencia de Wellington. La ausencia inicial del
brasileño es lo más parecido a un pecado futbolístico de tomo y lomo. El
Almería actual, y más en casa, no se puede privar ni un solo minuto de
un jugador tan desequilibrante. Dicho esto, hay que valorar el punto en
su justa medida ante un equipo tan dinámico y preciso como el Celta.
Sergi ha colocado en competición a una plantilla moribunda; esperemos
que no sea tarde, si bien la puntuación a obtener de cara a lograr la
permanencia puede batir el récord a la baja (menos de 35 puntos). La
clave puede estar en el choque del Granada en San Sebastián, amén de la
espiral negativa del Eibar. Si nuestros vecinos no vencen en Anoeta, el
triunfo ante el Málaga nos podría asegurar, con los puntos deportivos,
la salvación.
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