Mi nueva acta, publicada en Diario de Almería
Jugadores como Wellington, Thievy o Thomas no pueden tirar del carro si
los Casado, Dos Santos y Dubarbier, la pifian una vez sí y otra también.
La UDA ha sido blanda en todas las líneas
Fue en el 2007 cuando la UD inauguró su particular teatro de los sueños
en el Mediterráneo, con el Valencia de rival. Y fue ayer cuando la UD
abandonó una vez más la función que compartía con las máximas estrellas,
con el Valencia de nuevo de testigo presencial. Dejar la preparación
para los últimos días suele traer nefastas consecuencias, máxime cuando
no se dispone de una base sólida con la que afrontar unas pruebas tan
exigentes. Traducido al román paladino, este equipo ha querido resolver
su permanencia en los últimos choques, con el agravante de no contar con
una defensa digna para competir en primera. No se puede acudir a un
restaurante con la cartera vacía, por muy elegante que se vaya.
Jugadores como Wellington, Thievy o Thomas, no pueden tirar del carro si
los Casado, Dos Santos o Dubarbier la pifian una vez sí y otra también.
En general, el nuestro fue un conjunto blando en todas sus líneas, pero
hay demarcaciones como la defensa que deben llevar intrínseco un
contundente marchamo. Milagros no se pueden concebir, si para más inri
tenemos en cuenta los dos enfrentamientos frente al Valencia. Fuimos
capaces de lograr dos tantos en cada partido, sin embargo la exigencia
para vencer ha resultado ser de Champions mínimo, o sea, cuatro goles en
cada choque. ¿Se puede soportar eso? ¿Hay algún equipo modesto de
primera capacitado para tal hazaña? El partido de ayer nos retrató: un
conjunto aseado en ataque, con una estrategia defensiva de Segunda B,
por ser cortés. Además, ni con el plus de ir venciendo en dos ocasiones
ante un rival que estaba más asustado que Rosa Díez en unas elecciones.
Si con el juego exhibido el Valencia logró dos tantos antes del
descanso, algún factor externo al equipo che tuvo que influir. Y vaya si
influyó. Para rematar la faena, partieron de la suplencia dos jugadores
que se presumen clave para un desenlace decisivo, Soriano y Wellington.
¿Cómo se puede prescindir del extremo brasileño en una final como la
que se jugaba a un solo partido? Una expulsión, una falta al borde del
área o un penalti provocado por el habilidoso delantero carioca,
podrían haber tapado todos los males exhibidos en una aciaga temporada,
que brindó la posibilidad de salvarse con apenas 35 puntos. Por cierto,
no vendría mal que nos quitasen ahora los famosos puntos, si es que nos
los tienen que restar; así hasta parecería que se cumple la ley. A
partir de ahora no hay que desanimarse, tal y como sucedió la campaña
del anterior descenso, porque este club tiene unas bases sólidas que le
podrían permitir alcanzar un nuevo ascenso. Tan sólidas, que el Almería B
va a disputar a partir de hoy una fase de ascenso a Segunda A tan
histórica, como triste. El hecho de coincidir con este descenso, nos ha
birlado el sueño de tener un día al filial en la LFP. Al menos los
chavales querrán demostrar que sí que están capacitados para ser de
plata. Desde ya, el presidente debe cambiar su idea de futbolista
preciosista por una más aguerrida. En segunda, con buenos jugadores
puede tener un pase, pero en la máxima categoría es como ir a Las Vegas
sin blanca.
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