El experimento de colocar a un lateral zurdo cubriendo el flanco derecho de
la zaga, además de ser visualmente horrendo, tuvo un nefasto resultado
práctico. Mala la campaña de Trujillo
Mi nueva acta, publicada en Diario de Almería
Para una gran mayoría de aficionados almerienses ya hemos descendido
virtualmente. Si echamos un vistazo a nuestro futuro calendario, poco o
nada hay que hacer. Eso sí, seguimos fuera del descenso con un punto más
que nuestros adversarios. No voy a negar que la situación es
complicada, pero los rivales tampoco lo tienen de color de rosa. Con lo
que recientemente hemos padecido en Almería, no deberíamos convertir en
drama lo que Valladolid, Deportivo, Osasuna y hasta Betis sobrellevan
cada final de temporada en primera. Habría que desdramatizar la
situación y centrarse en consolidar el club, para que con independencia
de lo que ocurra en las dos últimas jornadas, mantengamos una base
sólida. El encuentro de ayer fue un ejemplo más del paso por el alambre
al que nos exponemos a finales de cada campaña. En el lateral derecho
tuvimos un grave problema, el que toda plantilla modesta de primera, o
mal planificada, suele sufrir. Debo admitir que, ante la ausencia de
centrales y la incorporación de Ximo al corazón de la defensa, en pocas
ocasiones vi a un lateral zurdo cubrir el flanco derecho de la zaga. El
experimento, además de ser visualmente horrendo, tuvo un nefasto
resultado práctico. Ya sé que las lesiones y las sanciones son
numerosas, pero un conjunto humilde de primera siempre debe disponer de
cuatro centrales en plantilla para destruir lo que los mejores, y hasta
los medianos, construyen. Para eso contamos con un internacional como
Marín, jugando cada semana en un histórico filial. Aun así, se optó por
otra solución. No pintaba mal nuestro centro del campo, pero los
problemas no solo llegaron en defensa (mala la campaña de Trujillo),
sino que en ataque se marró lo que nunca se debe perdonar. Con todas
estas premisas el Málaga logró la victoria casi sin pretenderla, sin
hacer ruido. Al final, Jonathan no terminó de arreglar el desaguisado de
sus compañeros, errando en cada uno de sus pases y fallando
clamorosamente el empate con toda la portería para él. No se trata de
cargar contra determinadas individualidades, pero pintan bastos. Habrá
que aferrarse a varios aspectos externos, como el esperado fracaso del
Granada en Anoeta, aunque uno de ellos es básico, la posible derrota del
Barça en el Calderón, primordial por dos razones: permite que los
azulgrana se jueguen la liga en la última jornada ante el Deportivo y
que el Valencia, con su victoria en casa ante el Celta, nada se juegue
en la dramática jornada final en el Mediterráneo al asegurar la cuarta
plaza y no poder optar a la tercera. Además, no olvidemos un detalle, en
el caso de que la victoria del Valencia sea rotunda ante el Celta, los
sevillistas sabrán al unísono en el partido ante la UD, que ya nada se
juegan. No quisiera por último obviar lo que nuestro filial ha logrado:
ni más ni menos lo que tan solo hace una década anhelábamos por parte
del primer equipo, el ascenso a Segunda A. Enhorabuena a los chavales
por optar a semejante proeza. Si nos lo cuentan hace pocos años, los de
plomo del fútbol almeriense, nos habrían tomado por auténticos majaras.
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