De nuevo nos topamos con la misma dificultad. Nuestro corazón, el centro del campo, no carbura. Y esta vez fue por la falta de efectivos. Sunny parecía Iniesta. Con eso lo digo todo. En mi artículo de hoy publicado en Diario de Almería, amplío dicha reflexión:
El comportamiento del Numancia en su estadio era previsible.
Se vislumbraba que iba a ser un encuentro duro que precisaba de un esfuerzo
extra y de mucha brega con el objetivo de tener opciones al final. En este tipo
de estadios, donde las ocasiones se cuentan con los dedos de una mano, la lucha
se libra en el centro del campo y ahí es donde el Almería anduvo una vez más
demasiado tierno. La inclusión de Mejía o del mismo Azeez en ayuda de Verza y
Casquero, habría mitigado la escasa contundencia mostrada y hubiese ayudado a
la creación y posesión de balón que requería este choque si se quería hacer
pupa al Numancia. Se necesitaba una mini revolución en detrimento de una
alineación con tintes de conservadurismo, sobre todo en cuanto a nombres.
Demasiados francotiradores en primera línea para tan pocos efectivos que les
cubriesen las espaldas y les surtieran de munición. Si en Huelva Javi Gracia
acertó de pleno, ayer no estuvo afortunado. Carlos Calvo, que pide a gritos un
descanso, no fue la pieza maestra que se necesitaba en Los Pajaritos. La cosa
(no la de Susaeta) se deterioró tras el descanso porque si uno no se medica,
normalmente empeora. Y tal y como pintaba, la medicina ideal era Jonathan. Su
presión y velocidad nos hubiese venido como anillo al dedo pero Gracia optó por
Abel que, pese a ser un jugador extraordinario, no encajaba en el maremágnum de
partido que se desarrollaba en ese momento. Por desgracia, el delantero
burkinés volvió a gozar de escasos minutos. Tampoco me gustó el detalle de
Esteban en el descuento: exasperante lentitud para sacar de puerta mostrando
poca ambición. Bueno, al menos nos deleitamos con el extraordinario
comportamiento del filial plagado de juveniles y con nuestra segunda equipación,
aires vintage de los setenta.
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