Mi nuevo artículo, publicado en Diario de Almería
Tras la muerte del "querido líder" Kim Jong-il, el pueblo norcoreano fue
obligado a rendir pleitesía ante el féretro con el cadáver del dictador
comunista. Se le ordenó a la sufrida población cómo tenía que llorar,
en una competición de llanto colectivo y temeroso sin lágrimas, en un
país donde la vida está desenfocada, tamizada por una lente borrosa
donde las opiniones han sido sustituidas por dogmas. ¿Es eso lo que
pretenden, grosso modo y salvando las distancias, los jugadores del
Almería con su afición? Las manifestaciones de Christian y Aleix de la
semana pasada, despreciando a los seguidores que fueran al campo a
pitar, así como las que efectuaron en su momento Soriano y Gracia, en
torno al papel maligno de algunos medios, evidencian el típico
nerviosismo de quien sabe que algo no hace bien. Jugadores y cuerpo
técnico, asalariados de paso, deben rendir y aguantar los pitos o
agradecer los aplausos de los abonados y aficionados. Para eso cobran
religiosamente de una entidad saneada gracias a la labor de Alfonso
García que, con sus virtudes y defectos, mantiene a nuestro Almería en
la élite tantas temporadas seguidas. El de ayer fue un capítulo más de
lo anunciado desde esta tribuna. Cierto es que hubo ocasiones para
vencer pero el rival, una madre en defensa como reconoció su entrenador,
dejó en evidencia a un conjunto en caída libre, sin la chispa del
último segundo que suele proporcionar una preparación adecuada. Llegar
de Miranda de Ebro el domingo muy temprano y no entrenar hasta el
martes, no me da buenas vibraciones. Como tampoco me ofrece seguridad el
hecho de contar con Calvo tras la lesión de Falque, de no convocar a
los jugadores con menos peso específico en el vestuario, o la arrogancia
de alinear de inicio a Pellerano. Como pasa en Corea del Norte, los
méritos y deméritos no cuentan para que todo siga igual y que la lente
borrosa, gracias a paupérrimos rivales, nos tamice la realidad de un
equipo que necesita un revulsivo urgente.
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