El mítico Jon Lord murió el verano pasado,
pero su recuerdo sigue vivo en mí. Todo lo que tocó, nunca mejor dicho,
lo convirtió en magia. Se atrevió a mezclar la música clásica con el
rock en los primeros setenta, y su legado con Deep Purple,
Whitesnake, etcétera, ahí quedó para siempre. Voy a rescatar un nuevo disco de
mi vida, uno de sus trabajos en solitario, de 1982, algo olvidado pero genial: Before I Forget, como si lo hubiese predicho el colosal teclista y
pianista, del que comentan que es la reencarnación de Johann Sebastian Bach.
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