Mi nuevo artículo, publicado en Diario de Almería
Minutos después del nuevo varapalo en Sevilla vaticiné el posible
problema que en estos momentos atenaza al equipo de Francisco: el estado
mental. De hecho, han sido varias las opiniones que durante la semana
se han vertido apuntando en esa dirección. En el Pizjuán se intentó
conservar un punto con tal de no marcharse de vacío, cuando existía la
posibilidad real de lograr los tres. Las numerosas declaraciones en
caliente, incluyendo la del presidente, denotaban más impotencia que
otra cosa. No voy a enumerar la serie de infortunios que hemos padecido,
pero a la excelente propuesta de Francisco le sobra buena disposición
táctica y le falta violencia, en el buen sentido de la palabra. Los
goles evitables por errores individuales y alguna decisión arbitral han
restado puntos y no hay más remedio que jugársela frente al Rayo. ¿Sería
justo que cualquier circunstancia adversa supusiera la destitución de
Francisco? No lo sé, pero Emery se la jugó frente al Cádiz y terminó
triunfando. A estas alturas yo todavía no creo en los puntos sino en las
sensaciones y en la magnitud de los problemas, y éstos me parecen
subsanables. Habría que ser más pragmático en determinados momentos,
amén de tapar las carencias que todo equipo de la zona baja arrastra.
Nuestra plantilla está a la altura de varios de nuestros rivales
directos, pero por poner un ejemplo, Osasuna no se ha mantenido en
primera tantos años repartiendo rosas precisamente. Volviendo al aspecto
mental, no me extrañaría que una victoria trajera tres puntos
acompañados de una confianza inusitada. Los que de principio dudaron de
Francisco y ahora lo condenan, repito, por la pobre puntuación en vez de
por un desastroso dibujo táctico, no se dan cuenta de que la liga de la
regularidad premia el trabajo bien hecho, a no ser que la plantilla sea
paupérrima o coexistan grandes defectos que anulen por completo las
virtudes. El plantel es modesto pero solvente y las deficiencias
subsanables, así que igual más de uno se tendrá que tragar sus palabras.
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