Mi nueva Acta, publicada en Diario de Almería
Campaña irregular, confusa y decepcionante. Pozo en el banquillo en un trance decisivo. Soriano desconectó.
No podía finalizar de otra forma esta temporada: a expensas de que a la
Ponferradina no se le ocurriera marcar al final. De hecho, el mismo
partido de Córdoba fue un fiel reflejo de una campaña irregular, confusa
y por momentos decepcionante, por el potencial que se le suponía a
aquella plantilla que en su presentación dejó a cientos de seguidores
fuera del Teatro Cervantes, sin poder aclamar, por ejemplo, a uno de los
nuevos puntales del equipo, Chuli. De nuevo Soriano optó por dejar en
el banquillo a Pozo en un trance tan decisivo, máxime cuando su conjunto
dependía de sí mismo con una victoria. Pienso que prescindir de un
jugador que, como mínimo, asegura una par de asistencias de gol, es
cuando menos una temeridad. Otra vez emergió excelsa la figura del
oculto Azeez (cuántas cosas se han hecho mal), si bien con menos
contundencia que en Palamós. Y Quique, que con su aportación evitó la
debacle, tanto ayer como en gran parte de la temporada. Lo que al filo
del descanso perpetró Lolo Reyes quedará en una desagradable anécdota
gracias a la permanencia, pero el chileno queda marcado al final por la
afición rojiblanca. En la segunda mitad, pese a jugar en inferioridad,
los de Soriano desconectaron, incluyendo al nuevo técnico, que
incomprensiblemente mantuvo a Uche en un escenario tan hostil para las
actuales características del nigeriano, como las que se encontraría
Donald Trump en Corea del Norte. El baile final de la pareja andaluza,
pegadita como en las lentas de antaño, podría haber tenido un claro
damnificado, la UDA, pero para rematar una campaña tan singular, el
denostado Cristian Herrera fue quien puso punto y final a una temporada
que habrá tiempo de analizar en próximos escritos, con el propósito de
que nunca más se vuelvan a repetir los mismos errores, que han sido
graves y cuantiosos.
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