Mi nueva Acta, publicada en Diario de Almería
El portero evitó el desaguisado final. El equipo viaja a Córdoba
dependiendo de sí mismo, pero nadie puede evitar echar las cuentas de los
rivales, porque la confianza es escasa.
Qué complicado resulta analizar partidos como el de anoche. El corazón
se impone sobre la mente y cada jugador hace la guerra por su cuenta. Y
no solo los del equipo que estaba obligado a ganar, sino los del rival,
que también parecían por momentos tener intereses contrapuestos a tenor
de algunas acciones y de los cambios ordenados por un técnico como
Terrazas, que se parece al sobrio y recto padre de familia que no se
casa con nadie. Las sustituciones efectuadas por el severo entrenador
visitante, retirando paulatinamente a jugadores que cometían un grave
fallo, así lo indicaba.
Enfrente, un Almería emotivo en la primera mitad y perdido en la
segunda. Menos mal que Casto evitó el desaguisado final. Primero con
una parada de colocación y reflejos en respuesta a un disparo
extraordinario. Pero la intervención que realiza en el córner que a
punto estuvo de ser gol olímpico, puede valer una permanencia. Quizá sea
recordada como la parada de la salvación, si al final se consigue. De
una placentera primera mitad donde el Mirandés sí pareció ser el que
todos pensábamos, se pasó tras el descanso a poco menos que un túnel del
miedo con constantes apariciones de monstruos. El primero, uno propio;
Ximo anduvo tan desorientado que disputó su peor partido de rojiblanco.
Por su zona vino casi todo el peligro y el que llegó por la banda
izquierda tampoco lo resolvió, tragándose el centro del empate burgalés.
Con los cambios ordenados por Soriano nada cambió, ni siquiera
Azeez puso cordura con su fútbol control. Todo estaba dominado por la
ansiedad y los resultados ajenos. Para no desmerecer a su compañero de
banda, Zongo no dio una a derechas, nunca mejor dicho. El burkinés está a
años luz de aquel jugador que llegó a provocar suspiros de admiración
en el mismo Camp Nou no hace tanto. Con los argumentos expuestos marcha un equipo a Córdoba con la
ventaja de depender de sí mismo. Sin embargo, a día de hoy nadie puede
evitar echar las cuentas de los rivales. La confianza en un conjunto
discontinuo, dubitativo e irregular, siendo benévolos, ante un Córdoba
con hechuras de Primera, es poco menos que nula. Partiendo de la segura victoria del Mallorca en Valladolid, las
posibilidades están claras y hay que manejar un detalle. Si el Córdoba
logra distanciarse en el marcador, en Ponferrada lo tendrán claro ambos
conjuntos; con un empate logran sus objetivos. Por lo tanto, el primer
deber es no impacientarse si se adelantaran los de Oltra, cosa que puede
suceder dada su calidad. Aun con la momentánea derrota, siendo mínima,
en El Toralín no las tendrán todas consigo. Con tablas en el marcador
el Girona se asegura las eliminatorias, pero no debe perder. Por lo
tanto, se presume un juego de ajedrez entre ambos estadios. Otro
detalle: la no derrota del Girona también hace que tanto Córdoba como
Almería consigan sus objetivos con un empate. Lo que sí sé es que para
los almerienses de pro, la jornada del sábado 4 de junio va a dejar a la
reciente final de Champions en un plácido cuento de Walt Disney.
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