Mi nueva Acta, publicada en Diario de Almería
El fútbol es bello porque, por encima de otros deportes más
herméticos, deja una puerta abierta al cambio de rumbo, a la sorpresa final.
Sin ir más lejos, el reciente título del Leicester o el inesperado bajón de
hace unas fechas del Barça, ratifican tal afirmación. Incluso, en el trascurso
de un partido el escenario puede variar sin una razón de peso. Con este último
regusto nos hemos encontrado tras vencer con claridad, sin ni siquiera sufrir
en el descuento. El deseo expresado por Soriano días pasados poco tuvo que ver
con la realidad de su primer once inicial, al incluir a Vélez en el mismo. Hizo
bien el nuevo técnico almeriense, porque el zaguero tarraconense reconvertido
en centrocampista tuvo que auxiliar en más de una ocasión a Morcillo y
Salveljich. El viento soplaba en favor de la valentía y de morir matando, pero
la realidad siempre se impone. Y ésta dice que se puede apostar por un esquema
ofensivo, siempre y cuando se disponga de los jugadores adecuados para ello. Es
como si un boxeador quisiera participar en un combate de pesos pesados y apenas
pasara del peso mosca. El Oviedo despertó del sueño al conjunto de Soriano
obligando a los rojiblancos a defenderse de un equipo más fuerte físicamente,
más ordenado y, por ende, con una disposición ofensiva más diáfana que la de un
Almería desquiciado de cabo a rabo. La fruta madura convertida en lógica llegó
con el tanto visitante y, a partir de ahí, gracias a los detalles individuales
y el tesón se pudo enmendar plana, porque nadie hubiese apostado en rojo y
blanco en el mismo ecuador del segundo tiempo. Cinco nombres, cinco
individualidades (para eso se invirtió en algunas de ellas) sacaron por sí
solas a la entidad almeriense del pozo cuando la cuerda ya se resquebrajaba.
Casto, con sus paradas, puso los cimientos en la primera mitad y, más tarde, la
extraña dupla formada por Dubarbier y Pozo tomó la responsabilidad de echarse
al equipo a sus espaldas. Habría que darle el valor que se merece a la
determinación de ambos jugadores, cuando otros prefieren agachar la cabeza. El
sempiterno oportunismo de Quique contribuyó al milagro. Nadie hubiese apostado
por este jugador cedido al Racing de Santander, que ya padeció en la anterior
campaña el aterrador descenso a Segunda B. Gracias a su entrega, con la
dificultad de luchar cuerpo a cuerpo con defensas más aguerridos que él, la UDA
sobrevive todavía, porque si se hubiera tenido que depender de Chuli, el
descenso ya estaría certificado. Menudo fiasco el fichaje estrella de un delantero
que telegrafía, como hizo ayer, un disparo en un claro cara a cara ante el
guardameta rival. O es así de torpe o no está comprometido, porque su caché
indicaba otra cosa. Para el final, cómo no, el delantero de más calidad de
Segunda A, Kalu Uche. De nuevo, con su clase y sangre fría (menudo recorte ante
Rubén Miño) deshizo otro empate. Las palabras de Soriano dedicadas a Gorosito
reconfortan, porque gracias a la puntuación lograda en la etapa del argentino,
la UDA mantiene en estos momentos serias esperanzas de salvación. Ojalá se
logre.
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