Anoche mientras regresaba a casa me enteré del fallecimiento de Alvin Lee. Su voz y su guitarra retumban ahora entre las cuatro paredes de mi discoteca particular, para enfado de mis amables vecinos y mi gozo personal, pero vale la pena recordar a este monstruo del blues rock de todos los tiempos con el máximo respeto y volumen posible. Sus trabajos seguirán descansando en las repisas de mi colección a la espera de ser pinchados cuando un servidor desee disfrutar con el rock de los sesenta y setenta o un blues rock de ensueño. En su honor, ya comencé mi sueño la noche anterior al amparo de su magia, como hago en estos momentos y repetiré en unas horas, antes de trasladarme a otra dimensión. Su actuación de 1969, en el mítico festival de Woodstock, colma las exigencias de cualquier melómano. Long live rock and roll. Descanse en paz.
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