Mi artículo del ascenso, publicado en Diario de Almería
La época dorada del fútbol almeriense tiene nombre y apellidos: Alfonso
García Gabarrón. Más allá del nuevo ascenso a primera habría que
valorar, desde un punto de vista global, el estatus que se ha logrado
bajo el mandato de aquel empresario de Águilas que vino sin levantar
demasiada polvareda, a diferencia de otros dirigentes que tan pronto
aparecen como se esfuman. Nos movemos en la élite sin titubeos, como
nunca lo hemos hecho, contando además con una cantera bien estructurada
que ya da sus frutos (una lástima que ayer no participara Jonathan). Si
comenzamos por ahí, podremos comprender la feliz historia que tenemos la
suerte de seguir viviendo. No nos engañemos, el de ayer no fue el
típico ascenso heroico de una plantilla humilde, sino el de unos
profesionales de calidad que se encuentran en una entidad pagadora y
saneada. No pretendo restar ningún mérito, pero en esta campaña también
hemos tenido la fortuna de competir con clubes históricos al borde del
caos económico y con otros que han llegado a metas insospechadas, como
el Girona. Aun así, no se ha transitado por un camino de rosas, quizá
más por cuestiones del mismo Almería. El punto de inflexión se puede
localizar en Murcia, donde un plantel confeccionado para ascender
decidió ponerse el mono de trabajo. Desde aquella fecha la intensidad le
proporcionó a este conjunto un plus que claramente le ha situado en
otro nivel. Ese extra se plasmó con claridad en el encuentro de ayer
ante un adversario que no sólo era inferior técnicamente, sino que ni
siquiera pudo igualar la pasión y el entusiasmo de los nuestros. Yo
siempre creí en esta plantilla. Por esa razón, los que hemos sido
críticos y en su momento pusimos el dedo en la llaga, en la que otros no
se atrevieron, contribuimos a que despertara a tiempo un león dormido,
pero en cualquier caso ahora es el momento de celebrar el ascenso de
todos, empezando por el hombre que está haciendo posible el nuevo
milagro almeriense, Alfonso García.
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